
Introducción:
Llevo sin publicar en el blog exactamente seis meses. La gente más cercana sabe que, desde hace tiempo, estoy inmerso en un cambio que prácticamente me acapara todas las horas del día. Tomar la decisión de alejarme de las letras y del blog por un tiempo fue complicado pero necesario. Como compañeros de letras que sois la mayoría que me leéis sabéis lo que llegan a acaparar las musas literarias. O no llegan, o te inundan y te hacen trabajar durante horas, días e incluso semanas.
Tal vez por ello me tomé un descanso y me alejé de este pequeño mundo bloggero. Estaba algo descentrado y de vez en cuando todos necesitamos parar, tomar aire y pensar si el camino que estamos tomando es el adecuado.
Pero las letras siempre vuelven y más para aquellos que hemos entrado en el mundillo creativo y nos encanta crear historias. Este relato en particular es el primero medianamente extenso que termino en varios meses. He dejado varias historias por terminar y unos cuantos microrrelatos por el camino (estos últimos haré una selección próximamente y crearé una entrada) pero necesitaba terminar un texto largo. Así que, me he dejado llevar como escritor de brújula que soy y me ha salido esta historia que, más que aportar un mensaje o querer dejar un gran texto, lo que he intentado es divertirme y que aquellos que me lean también se diviertan.
Espero que disfrutéis también de este texto. Besos y abrazos para todos y gracias por estar siempre ahí.
Un Paso por delante
A Raúl Salazar le extrañó que aquella señora ataviada con bata de volantes y mascarilla que emanaba un olor a aguacate rancio le abriera la puerta con una enorme naturalidad y una aún mayor sonrisa. También se asombró cuando le invitó a pasar amablemente a su apartamento ofreciéndole tomar asiento en un sofá deformado por soportar posaderas de tamaño elefantiásico. Pero a Raúl, vendedor de diccionarios a puerta fría con más de treinta años de experiencia en el sector, lo que le anonadó, dejó ojiplático y en cierto modo sincopado fue que aquella mujer se interesara, únicamente, por una parte de su producto.
—La «R». Lo que me interesa es la letra «R». El resto de caracteres no tienen ningún sentido para mí. ¿No podría complacer a una pobre anciana y venderme solamente las páginas que contengan esta letra?
—Entiendo su quebranto —mintió Raúl mientras procuraba mantener una sonrisa profesional —. Pero tenemos prohibido mutilar a nuestros artículos. «Todo el saber en un libro y en nuestros libros está todo el saber», ese es nuestro lema y si reduzco el lema a solo unas cuantas páginas le estaría faltando el respeto a la empresa. ¿Podría hacer un esfuerzo por entenderme?
—Mire, usted se ve un vendedor responsable, así que haremos una cosa: le pagaré el precio completo del diccionario pero solo me quedaré con la letra «R». Esta es mi última oferta. Piénselo, una venta es una venta —le comentó la señora con vehemencia mientras se incorporaba, se plisaba la bata para no pisarla, salía del salón y continuaba hablando —. Espere aquí y recapacite sobre ello mientras le traigo una bandeja de galletitas caseras y un poco de chocolate caliente.
«¿Galletas para un vendedor?¿Chocolate humeante? Esto se pone cada vez más raro» pensó Raúl mientras se levantaba e inspeccionaba la estancia. Al fondo se percató de que un guacamayo había presenciado en silencio toda la conversación. Se acercó a su jaula y golpeó con el dedo índice los barrotes. Nunca había visto tan de cerca un ejemplar tan espléndido. El loro, contestando al repiqueteo del vendedor, abrió sus alas y comenzó a hablar como si no lo hubiera hecho durante meses y quisiera recuperar el tiempo perdido.
—Uaaaaa, Uaaaaa. Raúl querido, se te ve sudado y seguro que estás cansado de trabajarrr. Uaaaa, uaaaa, ¿quieres quitarte esta ropa y que ponga una lavadora?
El vendedor dio un paso atrás y se echó la mano a la corbata. Parecía que el cuello de la camisa se le había achicado de repente y no podía respirar. Aquel pájaro parlante acababa de decir su nombre. Al retroceder, vio que, detrás de la jaula y al lado de la ventana, había velas encendidas, unas fotografías antiguas y unos papeles doblados en los que, con los ojos desorbitados por la sorpresa leyó: «Todo lo que lleve la ”R” te trae a mi memoria, mi querido y difunto esposo Raúl Salazar».
El sudor emergió por los poros del vendedor adhiriéndole el traje como una segunda piel. Nunca había creído en las casualidades y que su nombre estuviera escrito en aquel altar era una de las mayores que le habían ocurrido. En ese instante un olor dulce se introdujo en la habitación inundándole las fosas nasales. La señora acababa de entrar en la habitación portando una bandeja repleta de dulces y pasteles. Aquella fragancia rica en azúcares pareció relajarle. Se acercó, dejó las viandas sobre la mesita, lo miró con los ojos exageradamente abiertos y habló:
—Querido, se te ve sudado y seguro que estás cansado de trabajar. ¿Quieres quitarte esta ropa y que ponga una lavadora? —. La tranquilidad saltó por la ventana y la camisa volvió a apretársele al cuello hasta notar las palpitaciones de sus venas: aquella señora de bata de volantes y mascarilla de aguacate rancio acababa de repetir, una a una, las palabras que había dicho el guacamayo.
—No se preocupe señora soy un hombre clásico y por ello estoy acostumbrado a no quedarme en paños menores en casas ajenas. — Al hablar, una gota de sudor le resbaló por la frente y se quedó colgando de una de sus pestañas. Él, vio la gota acunándose de lado a lado amenazando con invadir su lacrimal y procuró no pestañear.
Como todo ser viviente que mantiene por obligación la mirada en el infinito, inconscientemente, comenzó a pensar cómo salir airoso de aquella situación: «Raúl eres un profesional. Mantén la compostura y sonríe, no te olvides nunca de sonreír. ¿Qué te dijeron en la formación de la empresa? Una sonrisa perfecta se traduce en una buena venta. No lo olvides, has estado en situaciones peores y has salido airoso. Los libros son tu vida. ¿Una señora que huele a aguacate y un loro con el pico torcido van a poder contigo? Eso jamás, le vas a vender el diccionario con todas sus hojas, cubierta, portada y contraportada. Y como diga que quiere algo más con «R» le encasqueto el diccionario oficial de la RAE, el catálogo «Ranas del mundo» y la enciclopedia «Rocas, esas grandes desconocidas». Una mano acercándose a su rostro le sacó súbitamente de sus pensamientos.
—Disculpe señor vendedor. Lleva más de dos minutos mirándome fijamente sin parpadear. ¿No querrá usted hacerme una hisnosis de esas? Como me diga que cuando cuente hasta tres seré una gallina por tal de venderme más libros me voy a enfadar. Imagine que me da por intentar sentarme a poner huevos o algo así. Me moriría de la vergüenza pero… — La señora e echó el pelo hacia atrás, cruzó las piernas y continuó hablando—, y ¡si llego a ponerlos! Desde chiquita me dijeron que el cuerpo humano era un misterio y que no sabíamos de lo que éramos capaces de hacer. ¿Se imagina? Aquí mi loro Rodolfo ni pone huevos, ni me canta, ni nada de nada. Solo me pide comida.
—Uaaaaa, uaaaaa ¿cómo voy a poner huevos si soy macho? Uaaaa, uaaa ¡loca, que estás loca! Calla y tráeme cacahuetes.
—Mire y encima me falta el respeto. Ni por favor me pide las cosas. Sabe, le voy a contar un secreto —la mujer, tras un titánico esfuerzo logró levantarse del sofá, se acercó a Raúl y, tras mirar con recelo al loro, le susurró al oído: —Nunca me perdonó que le pusiera Rodolfo de nombre ¿sabe? Él siempre quiso llamarse Macareno. Desde que era un lorín pequeñín ha sido muy devoto. Siempre le gusta estar cerca de la ventana pero en semana santa se enfada si no lo pongo todo el día mirando por ella. No se pierde ni una procesión. Igualito, igualito que mi difunto marido. A él también le encantaba asomarse a esta ventana.
Raúl, al oír a la señora, se giró para mirar el altar de su tocayo. Al hacerlo, la gota de sudor, que había aguantado estoicamente en sus pestañas, resbaló impactándole de lleno en la pupila. Se echó las manos a la cara y, tras soltar una cantidad de improperios nunca escuchada por nadie que llevara bata, se le borró la sonrisa de vendedor.
—¿Está bien? ¿Se le ha metido algo en el ojo? Si quiere le soplo. No puede hacerse una idea de los pulmones que tengo. Enfrío la sopa sin querer con solo respirar encima. Así me pasa, que para volver a calentarla gasto un dineral en butano…
—No, déjelo. Lo mejor será que me marche. Creo que me espera otro cliente al otro lado de la ciudad y… —La señora le agarró el brazo y alzó la voz no dejándole terminar la frase:
—Ni se le ocurra. Usted ha venido aquí muy arreglado y sonriente e igual de elegante se marchará de mi casa. Espere aquí que ahora mismito vuelvo. Por cierto, la página donde venga la «H» de huevo creo que también me interesa. Puede ir arrancando las hojas si quiere.
—Perdone pero no se marche, preferiría no quedarme a solas con… — La mujer salió de la habitación sin hacerle caso —… Rodolfo.
El vendedor se volteó hacia la jaula con el único ojo abierto que tenía en ese momento. El loro, con la cabeza ladeada, le observaba también con un ojo. Abrió las alas, movió la cabeza y le miró con el otro. A Raúl le pareció que le estaba imitando.
—Uaaaaa, uaaaaaa, este remedio para la vista se lo di a mi difunto marido hasta el mismo día del accidente que provocó su muerte. —El animal se irguió, se puso de frente y, tras dedicar la mirada más llena de odio que jamás se había visto en un ave, volvió a hablar: —Uaaaaaaa, uaaaaa, ¡noooo, otra vez noooooo! Maldito loro otro como mi Raulín nooo. Siempre pasa lo mismo con las visitas. — Se dio la vuelta y se puso con el pico mirando a la ventana — . Y… Por siempre… Pasará.
Aquella última frase le sonó a Raúl a amenaza. Incluso le pareció que aquel insufrible animal sonreía mientras observaba el cristal. Los libros eran su vida pero no estaba dispuesto a aguantar ni un segundo más a un pájaro que parecía ir un paso por delante de él y a una señora que solo quería sus productos por hojas sueltas. Así que se acercó al sofá, agarró el maletín dónde llevaba las muestras y se dirigió hacia la puerta. Cuando estaba pasando a la altura de la jaula de Rodolfo, la señora entró en el salón diciendo una frase que a Raúl le resultó demasiado familiar:
—Este remedio para la vista se lo di a mi difunto marido hasta el mismo día del accidente que provocó su muerte. —Fue demasiado para él y estalló:
—¡No! ¿Por qué lo hace?, ¿por qué repite lo que dice el condenado loro? No se da cuenta de que he escuchado la palabra “muerte” en un minuto dos veces y en dos especies distintas. Eso pone nervioso a cualquiera. Se acabó, me marcho de aquí ahora mismo —dijo pegándose el maletín a su pecho manteniendo así una distancia prudencial con aquella mujer embadurnada en aguacate.
Ella, al ver que iba a perder las hojas con «R» de Raúl y las de «H» de huevo se abalanzó sobre él intentando abrir la cremallera del maletín. El vendedor se agarró con fuerza del asa intentando salvar sus productos.
—¡Señora, señora! ¡Los libros enteros y el aguacate en la ensalada no en la cara! —exclamó fuera de sí. La mujer sorprendida por aquel grito, dio un paso atrás y se echó una mano al rostro. Él se relajó y, tras sentirse vencedor, le volvió su profesional sonrisa de comercial. Agachó la cabeza triunfante y se dispuso a cerrar la cremallera. Fue un descuido fatal. A su lado, el loro Rodolfo se balanceó dentro de su jaula tomando tal impulso, que le golpeó a la altura del pecho pillándole de sorpresa. El maletín con la cremallera abierta fue lo primero en saltar por la ventana, después los libros comenzaron a desperdigarse por el aire y, tras ellos, el vendedor se precipitó al vacío intentando desplegar unas alas que no tenía.

—¡No, otra vez no! Maldito loro, como mi Raulín nooo. Siempre pasa lo mismo con las visitas —dijo la mujer asomándose a la ventana. Tenía el rostro verde, aún llevaba su bata de volantes y repetía las palabras que el loro decía. Ella parecía el guacamayo.
—Uaaaaa, uaaaa otro pájaro que no vuela. Los dejo en libertad y ellos se estrellan solos. Vaya animales raros que metes en casa. Uaaaa, uaaa anda tráeme los cacahuetes de una vez que además de loca estás sorda.
Raúl, mientras tanto, veía pasar su vida por delante de sus ojos. Siempre había escuchado que, en experiencias cercanas a la muerte, los recuerdos se unen formando una película. La suya parecía un cortometraje de bajo presupuesto: gente que abre la puerta, él con su único traje y su sonrisa de copia y pega diciendo, “los mejores diccionarios a precio de saldo”, gente que le cierra la puerta, él aguantando su muestrario de dientes blanqueados hasta salir de la visión de la mirilla, siguiente timbre, le abren, le ven, le cierran,… Para haberse dedicado treinta años a vender libros el texto de su vida estaba bastante carente de contenido.
Quiso interrumpir la proyección de su propia filmografía y abrió los ojos: el suelo se acercaba a una velocidad desaconsejada por nueve de cada diez médicos. Sobre todo si esa velocidad te lleva a saborear un menú degustación con la acera como plato principal. Ahí hasta el décimo doctor que siempre duda le da la razón al resto de sus compañeros.
Sintió un golpe y su mundo se oscureció. Esperaba ver en su cabeza un fundido a negro y la palabra «FIN» mostrándole que su propia película había terminado pero, en vez de ello, escuchó una melodía de cláxones de coches, a un señor quejándose de que, últimamente no se podía pasear tranquilo sin que cayera gente por las ventanas y a una mujer que chillaba diciendo que aquello sí que era devorar literatura y lo demás eran tonterías.
«¿Literatura?, ¿coches? Tal vez me hayan puesto anuncios antes de terminar. Cómo está el mundo que ni viendo pasar la vida por delante de los ojos te libras de la publicidad» pensó Raúl. En ese momento su cuerpo hizo algo que había echado de menos durante los últimos segundos. Fue un gesto insignificante, uno de esos movimientos cotidianos a los que no les damos la suficiente importancia hasta que dejamos de hacerlo: respirar. Al hacerlo, los pulmones se le llenaron de una fragancia conocida. Era un olor a limpio, fresco y aséptico que le había acompañado durante los últimos treinta años de su vida, el olor a libro nuevo.
Abrió los ojos y vio letras, puntos, comas y un borroso dibujo. Los libros de su maletín le habían salvado. Cayeron antes que él, se abrieron y el grosor de las hojas de sus diccionarios le habían evitado un más que probable cambio de dentadura. Él tenía, literalmente, la cabeza dentro del más voluminoso.
—Menos mal que no me dediqué a vender libros de bolsillo —dijo mientras se separaba de su salvador con un regusto en la lengua a definiciones, a sinónimos y a antónimos.
Tosió hacia un lado, se sacudió el polvo del traje y comenzó a recoger la literatura que estaba desperdigada por la calle. A la mayoría de los libros se le habían estropeado las tapas, habían perdido hojas o estaban deformados pero, había uno que estaba totalmente intacto. Se acercó sigiloso, el libro estaba abierto por la «R» y en él había un dibujo de un animal. Era la ilustración de un ave de la que, hasta hace poco, no había visto un ejemplar tan imponente. Cogió el tomo, lo alzó y comenzó a leer en voz alta:
—Rojo, Guacamayo: especie de ave de la familia de los loros. Animal sociable que si se cría en cautiverio y soledad puede volverse irascible, agresivo y dominante. En algunas culturas se le atribuyen poderes sobrenaturales y de adivinación teniendo así una gran influencia en el entorno que les rodea.
Cerró el libro y lo guardó en su maletín. Aquel animal sí que estaba un paso por delante de él. Le acaba de mostrar cómo acabaría si continuaba cautivo en un trabajo que hacía tiempo que no le aportaba nada. Irascible, agresivo y dominante ese sería su futuro. Igual que un loro adivino frustrado por no cambiarse de nombre y una señora obsesionada con una letra de su pasado. En ese instante tuvo una idea. Siempre decía que los libros eran su vida así que se dedicaría a escribirlos y no a venderlos. Lo haría por diversión. Llenaría las hojas con las historias más descabelladas que pudieran ocurrírsele. Todo tendría cabida en su mundo. Estaba tan ilusionado que quería empezar en ese mismo instante así que, se detuvo, sacó un folio de su maletín y cogió un bolígrafo de su chaqueta. En su cabeza se estaba formando el principio para su primera historia. Acercó el bolígrafo al papel y la tinta empezó a hacer su trabajo:
« A Raúl Salazar le extrañó que aquella señora ataviada con bata de volantes y… »
Fer Alvarado
Muy bien, Fernando!!! 👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻 Me ha gustado mucho, enganchada por saber cómo ese loro decía cosas en anticipación a la mujer y cómo iba a acabar la historia. Imaginaba que ella se lo cargaría o algo así. ¡Ah, por cierto! Me he reído con lo del nombre que quería el loro: Macareno, por ser devoto de la Semana Santa. Genial 👍🏻👍🏻
Buen trabajo y buen regreso 😊😙
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Muchísimas gracias Charo. He notado mucho la inactividad en relatos más extensos y ha habido partes que me han costado darle la forma que quería pero después de unos 15445645 retoques creo que le he dado la forma que más o menos quería.
Lo cierto es que para este relato tampoco quería exigirme sino pasar un rato divertido y divertir a los que me leyeran. Leer y escribir puede servir para muchas cosas y el despejarse, divertirse y viajar a mundos imposibles creo que deben de ser también algunas de sus funciones.
Un abrazo enorme amiga por leerme siempre, apoyarme y animarme tanto a seguir con estos experimentos que hago. Un abrazo enorme.
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Lo de los relatos más extensos, te entiendo. No sueles escribirlos tan largos (y menos como los míos, que ya se acercan más a una novellete que a un relato corto). Tú ves haciendo lo que te pida el cuerpo y, sobre todo, diviértete, amigo. Aquí estaré para leerte, sean del tipo que sean. Un abrazo muy fuerte y adelante 😊😊
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¡Buenísimo! Has vuelto a lo grande. Me alegra que hayas vuelto por aquí. Espero que esté todo bien. Aunque no te lo creas, hace justo un par de días que pensé en que hacía mucho que no publicabas. Se echaban de menos tus historias.
Un abrazo
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Hola y buenos días. Creo que ha sido el mayor tiempo que he estado sin publicar desde que tengo el blog. Por cierto estoy bien, solo que estoy en momento de reinvención, haciendo muchos cursos sin apenas tiempo libre y he tenido que dejar esta parte de mi vida de lado. Una pena porque me encanta. Así que procuraré estar algo más activo. A los que nos gusta el mundo de las letras no podemos estar demasiado tiempo alejados de ellas.
Muchas gracias por comentar, me ha hecho mucha ilusión leerte de verdad. Con un comentario me has animado mucho a seguir escribiendo. ¿Qué tal estás? Te mando un gran abrazo y espero que todo te esté yendo genial.
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Yo estoy teniendo un 2021 bastante peor que el 2020, así que con eso te lo digo todo. Precisamente seguir escribiendo en el blog es lo que me está manteniendo a flote. La mejor terapia.
Un abrazo
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Te iba a poner un me gusta en el comentario pero creo que viendo al año que estás teniendo creo que no procede. Yo también estoy teniendo un año complicado, el pasado podía sacar tiempo para escribir pero este entre cursos y estudiar no tengo tiempo ni de respirar pero bueno, esperemos que sea para mejor.
Lo que espero que que tu año mejore muchísimo y que esos problemas que estás teniendo sean mínimos. Te mando un fortísimo abrazo, mucho ánimo y espero que todo vaya a mejor desde hoy mismo.
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Adorei ler, parabéns pelo blog e pelo seu conteúdo 👏👏👏👏
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Muito obrigado, você é muito gentil. Eu também gosto muito do seu trabalho. Parabéns pelo seu blog. Eu te envio um abraço e espero que você tenha um ótimo domingo.
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Obrigado eu, Fernando por ser tão gentil, mas gosto muito de ler as suas histórias, espero que volte a publicar com mais frequência. Um abraço e também desejo que tenha um excelente domingo e sempre que queira visitar o meu blog, é para mim uma honra!
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Me alegra mucho leerte de nuevo y con esta historia tan divertida. Saludos!!!!
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He tenido un tiempo de reinvención y de tener que dejar la escritura a un lado pero espero volver pronto a escribir historias con asiduidad.
Para mí es todo un lujo el ver que después de tanto tiempo sin publicar me sigues leyendo. Muchísimas gracias por leerme y por apoyar tanto estas humildes historias. Me animas mucho a seguir creando. Un abrazo y espero que estés teniendo un gran inicio de semana.
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Muchas gracias!! Aquí estamos, esperando tus historias. Un abrazo y feliz semana.
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Pues sí, se te echaba de menos. Bienvenido. Aunque me voy de vacaciones espero a la vuelta disfrutar de tus relatos.
Hasta `pronto
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Muchas gracias por la calurosa bienvenida. Me hace mucha ilusión volver después de tanto tiempo y ver de nuevo a tantos amigos y compañeros de letras. Espero que tengas unas muy felices, inspiradoras y, seguro que más merecidas, vacaciones.
Disfruta mucho y nos leemos a la vuelta. Un fuerte abrazo.
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¿Es autobiográfico? Hace tiempo que me preguntaba por qué no publicabas, echaba de menos tus historias.
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Podríamos decir que sí, que, en general, es autobiográfico. No he tenido problemas con loros, ni he vendido nunca enciclopedias, pero lo que expreso en esta historia es lo que siento sobre los trabajos, el mundo, la vocación y todo lo demás.
Muchas gracias por comentar, me ha hecho muchísima ilusión leerte. Han sido unos meses emocionalmente complicados (tener que priorizar y esas cosas) pero mi idea es no volver a desaparecer del blog.
Un fuerte abrazo y gracias de verdad por el apoyo.
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Ciao Fer ,ho letto il tuo racconto. Hai fantasia e la tua narrazione mi pare un misto di surreale ,di reale e di ironia pungente . L’ho letta piacevolmente e ho sorriso perché nella vita può accadere qualcosa di simile. Sei bravo se puoi continua, alla prossima 🤗.Buon tutto 🐞
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Ciao Francesca, come stai? La prima cosa per scusarmi del ritardo nel rispondere, sono agli esami e quando devo studiare mi disconnetto molto da tutto. Il secondo è ringraziarti per aver letto la mia storia anche se è in un’altra lingua e per aver fatto uno sforzo per commentare. È un gesto molto carino e non ho parole per ringraziarti. Spero che tutto ti stia andando alla grande. Ti mando un abbraccio fortissimo, grazie infinite e buon fine settimana.
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Me gustado mucho, Fer. Lo que en principio parecía un relato surrealista cargado de humor, se fue convirtiendo en uno de esos relatos con moraleja que dejan un estupendo sabor de boca. Te felicito por las altas dosis de imaginación, por los efectos humorísticos (muy logrados) y por el giro final, que aporta al relato un inesperado trasfondo reflexivo.
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