Políticas de Empresa (Parte 2)

Introducción:

Tras la gran acogida que tuvo el avance de este relato y, viendo que va ser más extenso de lo que normalmente suelo publicar, he decidido ir subiendo a modo de experimento y de serial los siguientes capítulos. Para aquellos que habéis comenzado por esta entrada, recomiendo que leáis «Políticas de Empresa (Avance del Relato)» para poder seguir la historia en su totalidad y recordaros que este relato será moldeable y que para su publicación íntegra puede que haya cambios y modificaciones. Muchas gracias por leer, espero que sea de vuestro agrado y ante todo sería estupendo conocer vuestras opiniones y comentarios.

Políticas de Empresa (Parte 2) :

La noche acabó para nosotros poco después de aquella supuesta revelación. Nos despedimos  en la puerta de aquel antro con un fuerte apretón de manos y con el sincero  “eres un tío genial y gracias por todo” que acompaña  la mayoría de las noches de intimidades confesadas entre hombres y alcohol.  Me di la vuelta y comencé a caminar calle abajo mientras mi cabeza parecía flotar víctima de aquella noche de envenenamiento consentido y el resto de mi cuerpo oscilaba indeciso como si intentara sobrevivir a una travesía en un barco atrapado en una tormenta.

Al llegar a casa dejé la tarjeta plastificada encima de la mesita de noche y desnudé únicamente mis pies para  lanzarme vestido sobre el colchón. No recuerdo  ni cuántas horas pasé arrugando mi mejor camisa entre las sábanas, ni  el tiempo que transcurrió mientras  luchaba entre desvelos para que el pantalón de mi traje no se alzara por encima de mis gemelos en cada giro de mi cuerpo. Pero aún así, dormí como si no hubiera dormido durante lustros. Fue un sueño tan reparador que desperté carente de resaca y con mis pensamientos limpios y cristalinos. Me incorporé en la cama, me desenrollé la pernera del pantalón que al final había logrado su objetivo de dejar al descubierto mis pantorrillas y cogí la tarjeta que me había entregado Ramón.  La observé con detenimiento, leí de nuevo la escasa información que ésta proporcionaba y, tras una profunda inspiración, dejé que mi voz sonara libre por mi dormitorio como si el escucharme a mí mismo diera consistencia a mis palabras:

— Tengo cuarenta y ocho años y estoy en paro. No te pongas nervioso Damián, no la cagues como siempre. Pero ésta… —tragué saliva y dejé una pequeña pausa en el aire—. Ésta puede ser mi última oportunidad para cambiar de vida.

En ese momento fue cuando comenzó el trance del que acababa de salir de golpe al escuchar mi nombre a través los altavoces de aquella sala de espera. Fue un trance que duró los nueve días que me separaban de la entrevista de trabajo. Como en cada ocasión que se te brindan nuevas oportunidades, pasé más de una semana repasando errores irreparables de mi vida  y posibles aciertos. Tomé notas y las rompí, alcancé epifanías  al crear frases que podrían ayudarme a deslumbrar a mi entrevistador utilizando a mi favor mis años de experiencia laboral para olvidarlas poco después. Y toda esta presión que había añadido a mi, ya de por sí, insegura y nerviosa personalidad, se estaba materializando en ese instante en un sudor frío recorriendo mis manos.

Para no alimentar más mi nerviosismo giré sin esperar a ser de nuevo llamado  el pomo de la puerta de la oficina número diecisiete, dibujé en mi rostro la mejor de mis sonrisas y me dispuse a enfrentarme con lo que fuera que me iba esperar allí.

— ¿Salas?, ¿es usted el señor Damián Salas? —Una chica menuda, morena de pelo corto y peinado hacia atrás me habló tras un escritorio plateado que parecía agigantarse al ser comparado con las delgadas formas de aquella mujer.

Para contestar a aquella simple pregunta intenté recordar todas las frases que, durante aquellos nueve días de trance, había construido en mi cabeza para parecer profesional, maduro e interesante. Pero toda esa búsqueda de oraciones perfectas y de fórmulas infalibles de éxito se transformó en un torpe y silencioso movimiento afirmativo de mi cabeza.

Ella abrió un cajón y extrajo una bolsa de plástico negra cerrada al vacío. Se levantó de su silla,  esquivó aquel escritorio que parecía engullirla con un quiebro ágil de su cadera, se acercó a mí y me ofreció la bolsa.

— Aquí tiene su kit personal para la entrevista. Abra la bolsa y póngase la máscara que contiene y los guantes. En esta empresa no tenemos en cuenta el físico de los trabajadores que  aspiran a trabajar con nosotros.  Y para asegurarnos de que el proceso selectivo es totalmente justo y, de que no nos influye ningún detalle físico del entrevistado, a todos los aspirantes se les pide que traigan la misma vestimenta, que se pongan estas máscaras y estos guantes y así no poder distinguir a ninguno de otro. Con ello, se evitan las preferencias y así podemos basarnos en el talento innato que buscamos en nuestros trabajadores para su correcta elección.

Me quedé unos segundos perplejo intentando entender  todo lo que aquella chica de cabello engominado y de mirada atrevida acababa de decirme a la vez que mis manos acariciaban el plástico de aquella bolsa como si fuera uno de esos objetos relajantes de baratillo y ese gesto infantil pudiera calmar mis nervios.

— Dentro de su kit también encontrará algo que creo le motivará para que dé lo mejor de sí mismo en su evaluación —me comentó para que mi mente volviera a aquella oficina a la vez que comenzaba a darme la espalda para, abrir la puerta y, con un gesto parecido a una alabanza pasada de moda, ofrecerme a salir de la misma —. Por favor señor  Salas, póngase la máscara y sígame. El resto de aspirantes le esperan para comenzar el proceso.

Incitado por el tono recriminatorio de aquellas palabras, rasgué la bolsa con una fuerza desmesurada dejando que el contenido de la misma cayera y se esparciera por el mármol blanco e impoluto de la oficina. Diseminados por el suelo ahora se podían ver una máscara de color beige oscuro, unos guantes marrones de plástico y un papel triangular con una cifra escrita que no llegaba a distinguir desde la distancia a la que me encontraba. Primero cogí la máscara, era elástica, cubría toda la cabeza y tenía una textura rugosa muy parecida a la de las medias que una mujer se enfunda para  deslumbrar en posibles ocasiones de noches en vela y de respiraciones compartidas.  En ella solo había dos perforaciones para que los ojos pudieran cumplir su misión de observar lo que hay a nuestro alrededor;  sin agujeros para la boca, ni para la nariz, ni para los oídos, solo para los ojos. Me la coloqué con premura, agarré los guantes  que se deslizaron por mis manos lubricadas por el sudor para, volver a agacharme, coger aquel  triángulo hecho de papel y acercármelo a las estrechas ranuras a las que se había limitado mi campo de visión.  Al ver el  desfile excesivo de ceros y comas que contenía abrí la boca en un acto reflejo e infructuoso de encontrar un excedente necesario de oxígeno. Mis labios se llenaron de las texturas arenosas de aquella máscara para, al instante, pronunciar unas palabras que sonaron frenadas y apagadas al intentar traspasar el tejido opaco que envolvía mi rostro:

— ¿Todo esto cobraré al mes? —pregunté en un vano intento de sonar relajado  —. Pero, ¿qué tipo de trabajo se realiza aquí?

—  Este sería su sueldo  a la semana, señor Salas. A la semana. Y sin contar posibles incentivos por logros especiales. ¿Acaso no le parece motivación suficiente? —Aquella pregunta resonó desafiante por las paredes de la habitación.

De nuevo en silencio me paré a observarla, aquella chica parecía agigantarse a cada palabra que emitía. Ya no la veía ni tan menuda, ni tan pequeña comparada con aquel escritorio plateado que comenzaba a parecerme de tamaño normal. Se estaba convirtiendo en un paradigma de seguridad y de confianza transformando así  mis escasas palabras en torpes balbuceos.  En ese momento recordé lo que había recitado en voz alta en la soledad de mi dormitorio: “tengo cuarenta y ocho años y estoy en paro. No la cagues, esta puede ser tu última oportunidad de cambiar de vida”. Miré el papel que reposaba sobre la palma de mi mano y cerré el puño con fuerza como si sentir aquella cifra arrugarse entre mis dedos, una paga inimaginable en cualquiera de mis trabajos anteriores, lo convirtiera en algo de mi propiedad.  Levanté la cabeza y volví a realizar con ella un gesto afirmativo que comenzaba a convertirse en algo recurrente en aquella entrevista  que parecía ir en una sola dirección.

— Perfecto entonces. No se preocupe por nada más, todo le será revelado en su preciso momento. — Se adentró en el pasillo, giró totalmente el cuerpo, cruzó los brazos y me dedicó una mirada amenazante —.  A partir de este instante comienza su proceso selectivo, no podrá decir ni una palabra o será eliminado.  En esta empresa nos interesan más las actitudes que las dialécticas. Y ahora, por favor señor Salas, sígame  de una vez que el resto de aspirantes estarán impacientes por comenzar.

Totalmente sumiso a la presencia colosal de aquella chica y, esta vez obligado por el temporal voto de silencio en el que me encontraba, volví a afirmar y, guiándome por el camino invisible  que marcaba el ruido sus tacones en el aire, me dirigí a la fase definitiva de mi entrevista.

Continuará

Fer Alvarado

6 comentarios en “Políticas de Empresa (Parte 2)

  1. Genial Fer, vas creando una atmósfera de suspense cada vez mayor. Tienes toda mi atención pendiente de conocer a qué se tendrá que enfrentar Damián para ganar tan sustancial sueldo. Una escritura impecable. Deseando ver el siguiente capítulo. Bravo.

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    • Gracias Cristina. Sigo trabajando para tener este relato completo y terminado lo antes posible, espero cumplir las expectativas generadas y no dejar un sabor agridulce en el relato. Muchísimas gracias por comentar y por leerlo ☺️.

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  2. Vamos….vamos Fer…que vas muy bien, una selección en donde las palabras no cuentan? una entrevista en donde se analizan exclusivamente las actitudes? Se morirían de hambre; los psicólogos especializados en selección de Capital Humano-que titulo rimbombante,no?- Espero con ansiedad, como continuara esto que parece fantástico! Un cordial saludo.

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    • Muchísimas gracias por tu comentario. Siempre me animas a seguir escribiendo con tus palabras 😌. Sería muy curioso ver ese tipo de entrevistas en que solo se juzgara la actitud, e incluso creo que en muchos casos sería hasta más provechoso para la empresa. Peeeeero, el mundo es como es. Gracias sinceras por comentar y por leer mis relatos.

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