
Introducción:
Hoy traigo una noticia (muy) buena y otra, que tal vez, depende de muchas cosas, sea menos buena. Como siempre en estos casos empezaré por la mala: voy a estar un tiempo indeterminado sin publicar en el blog. ¿El motivo? Acabo de ganar el I Concurso de Cronicas Microvampíricas de Diversidad Literaria, el premio es la publicación de un libro y, con el escaso tiempo que tengo, me debo centrar en prepararlo (por cierto,esta es la noticia buena).
Este pasado miércoles me levanté con un correo en el que me daban la enhorabuena por resultar ganador y, a día de hoy, sigo sin terminar de creérmelo. Nunca esperé ganar ni este, ni ningún concurso. Es más, no suelo presentarme (este es el tercero al que he enviado un texto). Ahora mismo las palabras que me salen son gracias, gracias y, si lo pienso un poquito mejor, también gracias. Llevo tres años subiendo textos a este blog en el que he conocido a amigos y compañeros de una calidad literaria y humana magnífica. Personas que me han aconsejado, que me han ayudado, que me han sacado una sonrisa con algún comentario en un relato. Para mí esto es impagable. Desde hace unos meses atrás he padecido problemas médicos. He tenido la inmensa suerte de recibir el cariño tanto de mi familia, como de personas que me han cogido la mano tan fuerte que me han hecho ver el mundo con otros colores, como de todos vosotros. Gente que no conozco en persona, que me escribís, que mostráis cariño, que compartís parte de vosotros en cada mensaje y en cada publicación. Gracias a todos por hacer lo que os gusta día a día y compartirlo. Es un paso muy valiente.
Respecto al texto, he escrito toda la semana para poder compartiros el final de esta historia. Tanto por el momento en el que la he escrito, como por lo que me ha costado sacarla adelante, se ha vuelto un relato muy importante para mí. Espero que os guste.
En estos meses seguiré leyéndoos, comentando y, en la medida que el caprichoso tiempo me deje, compartiré relatos. Además de informaros sobre las novedades de mi próximo libro, pero esto último va para largo.
Os dejo el enlace de las dos partes anteriores por si queréis recordarlas o por si no la habéis leído aún:
Gracias a todos por leer, por crear, por apoyar a los que empezamos a mostrar nuestros trabajos.
Feliz domingo, feliz puente y, muy felices lecturas.
Un exquisito bocado (III)
4
Las crisis de pánico son para los que intuyen qué está ocurriendo. En una ocasión, mi padre estaba cocinando macarrones con salsa de tomate. Como tanto disfruta improvisando, hizo la salsa con zanahorias, mermelada de melocotón, tres cucharadas de miel y un cartón de zumo de apio. Tenía de todo, menos tomate. Aquel día vino a comer mi vecina Luisa y yo, ignorante de los problemas de los adultos, no sabía que era alérgica a las mezclas de ingredientes que, en teoría, no deberían mezclarse. Al primer macarrón de exótico sabor que paseó por su garganta, en su piel se materializaron lunares de diversos colores, se puso de pie, alzó los brazos, y comenzó a bailar sevillanas como si fuera el último día de feria. Intentando ser un buen anfitrión, me levanté e hice palmas procurando seguirle el ritmo. Mi padre, sin embargo, se puso a gritar. Él sabía lo que ocurría. Él era el que debía arreglarlo.
En el autobús, el resto de mis compañeros pasaban el rato hablando entre ellos, peleándose entre ellos o, en algún caso, discutiendo, entre ellos claro está, sobre los beneficios de la metafísica en la cocina mediterránea. Ninguno se había percatado de la mancha y, mucho menos, de la ausencia de Invi. Solo mis amigos y yo mirábamos por una ventana vestida con huellas dactilares. Solo nosotros veíamos que algo se movía entre una maleza que no debería moverse. Solo nosotros podíamos arreglarlo. Lo grave del asunto era que, en principio, no parecíamos los más adecuados para este desempeño.
Mi mano sujetaba el teléfono con la esperanza de que la comunicación volviera a retomarse. Rodri, tenía la boca tan abierta que un ejército de mosquitos podría entrar, disfrutar de un viaje por su paladar, hacer fotos turísticas de sus caries y salir sin que él se diera cuenta y Azul, bueno, Azul sí daba la impresión de estar pensando algo de provecho.
—Cada segundo cuenta. Hay que ayudarla ahora mismo —dijo mientras se colocaba la mano en la barbilla.
—No podemos salir así como así. Debemos elaborar un plan —acerté a comentar.
—Agagjaogakgjañgha —masculló Rodri que, a causa de la impresión, seguía con la boca de par en par y era incapaz de vocalizar.
Me giré de cara al pasillo. Buscaba algo que nos ayudara en nuestra apremiante misión, pero mi cerebro estaba tan nublado, que no conseguía sacar a la luz idea alguna. Sin dejar de observar alrededor, me agaché y me dispuse a abrir la cremallera de la mochila para guardar el móvil. Estaba atorada. Dejando escapar un suspiro a causa del esfuerzo, logré alzarla hasta el asiento. A su lado, estaba la de Rodri y, un poco más a la derecha, descansaba sobre el suelo una mochila azulada.
—¡Eso es! —exclamé alzando ambos brazos—. Tenemos a mano decenas de armas arrojadizas y no nos hemos dado cuenta. ¡Nuestras mochilas! Están llenas de cuadernos, de libros y de una cantidad excesiva de utensilios de papelería. ¿Sabéis lo que pueden llegar a pesar?
Mi compañero cerró la boca, soltó un quejido al morderse la lengua y gritó a pleno pulmón:
—Y no olvides la merienda. Algunos bocadillos están cargados hasta los topes y hacen daño con solo mirarlos.
Contentos porque Rodri había recuperado el don de la palabra, Azul y yo asentimos con la cabeza, cogimos las mochilas y nos miramos el uno al otro.
—Ve a por las de la derecha, yo llevaré las de la izquierda y… —se giró y vio como Rodri se calaba la gorra hasta tapar la punta de sus orejas. Con un tono que sonó a abrazo, le dijo —: Tú eres más bajito. Lleva contigo las que pesen menos. O, si acaso, riñoneras. Sí, mejor lleva riñoneras.
De un salto, los tres nos adentramos en el pasillo y corrimos cada uno hacia nuestros objetivos. Conseguí usurpar, además de la mía, una mochila con el escudo de un equipo de fútbol emparentado con la realeza, otra con dinosaurios en relieve que daban ganas de acariciarlos y una tercera que desprendía tal olor que, si un muerto resucitara, tras olerla, rogaría volver a morirse de inmediato. Azul, no sabía cómo lo había hecho ya que no había visto ninguna así por el autobús, trajo cuatro de su color favorito. Rodri, por su parte, apareció con tres carpetas, una cartulina y una funda de gafas con un sonriente Sol dibujado.
—¿Será suficiente? —pregunté.
—Debe serlo —contestó Azul intentando tranquilizarme. No lo consiguió.
Miré por la ventana para saber cuál era la situación de Invi. Ajena a lo que ocurría a su alrededor, nuestra amiga deambulaba entre las malas hierbas en busca del conductor. Acababa de apartar un arbusto e introducía su cabeza en el hueco recién formado. A su espalda, la mancha se acercaba sin hacer ruido. No podíamos perder más tiempo. Alargué el antebrazo y Azul me colocó las tiras de mis mochilas. Ella hizo lo mismo y yo, con la mano libre que me quedaba, deslicé las suyas muñeca arriba. Estaba colocando la última cuando un grito nos hizo girarnos. La puerta del autobús estaba abierta. Salimos corriendo, descendimos los tres escalones que daban a la calle, bordeamos el vehículo como si le diéramos la vuelta a una rotonda y nos encontramos de frente con Rodri. Había salido por su cuenta, sacado las gafas de su funda sonriente, colocado en una de las carpetas y, como si esta fuera un tirachinas, apuntaba hacia la Mancha.
—No des un paso más. Estoy muy loco y soy capaz de cualquier cosa —dijo mientras tensaba una de las cuerdas.
—¿Qué piensas hacer con eso?¿Arreglarle la vista? —Invi se acababa de girar hacia nosotros y, como si la existencia de aquel ser no supusiera nada extraordinario, seguía con su habitual falta de simpatía.
El monstruo se dirigió hacia Rodri. Aún sin tener ni rasgos, ni rostro, ni nada que hiciera deducir qué pensaba, daba la impresión de que estaba muy interesado en mi amigo. Los intestinos se me hicieron un nudo uno sobre otro y quise dar un paso atrás. Azul, que siempre estaba pendiente de todo, tocó mi hombro y me guiñó un ojo. Hizo el gesto a la perfección sin que pareciera que creaba muecas dadaístas en su cara. Lo tomé como una señal. Agarré la tira de la primera mochila, reuní todas las fuerzas que mis temblorosos músculos me proporcionaron, y se la lancé. Podría decir que si aquel ser tuviera alguna forma definida, le hubiera dado de lleno entre ceja y ceja, pero como no lo tenía, simplemente acerté un tiro al blanco.
Con el golpe logré captar su atención. Como si fuera una servilleta, se dobló sobre sí mismo, tomó impulso y se elevó por encima de nuestras cabezas. Miramos a un cielo eclipsado mientras esperábamos que volviera a tomar tierra.
—¡Está detrás de ti! —me dijo Rodri antes de notar que me agarraban del brazo y me elevaban varios metros sobre el suelo.
Al primer parpadeo no fui consciente de lo que ocurría. Era como estar en una de esas atracciones que te hacen bailar por los aires. Vi a mis amigos desde arriba, luego desde un lateral, después en el otro, luego otra vez arriba… Más que pasar la vida por delante de mis ojos estaba sintiendo la cena de la noche anterior, el tentempié de media noche y el desayuno unidos en un bolo alimenticio ascendiendo por el esófago. Cuando creía que iba a descomer los últimos alimentos ingeridos, las tiras de las mochilas se deslizaron y quedé liberado. El siguiente dilema lo tenía a unos metros de distancia: o aprendía a volar o, en su defecto, aterrizaba con el menor daño posible. Mi naturaleza me empujó a la segunda opción. En cuanto mis pies tocaron suelo, doblé las rodillas, adelanté el hombro derecho y di una voltereta sobre mí mismo. Conseguí incorporarme con toda la comida en mi estómago y, en apariencia, con la mayoría de huesos en el lugar que, por derecho, les correspondía. Me sacudí el polvo y alcé la cabeza. Delante, estaba la mancha con las mochilas colgando como si fueran los adornos de un árbol de Navidad. Detrás, Rodri, con una mano levantaba la cartulina. Había dibujado en ella un número diez puntuando mi acrobacia. Más atrás, Invi iniciaba una carrera en dirección hacia donde, en realidad, nadie queríamos dirigirnos.
—A mí no me ven, y a ti casi ni se te ve. Así que métete con alguien de tu misma resolución —alcanzó a la mancha y le propinó un puntapié. Esta, como si estuviera hecha de gelatina, se puso a temblar desde su base hasta su cima. Las mochilas llovieron del cielo, se desgarraron y esparcieron su contenido bosque abajo. El suelo se vistió con cuadernos de anillas, libros plastificados con olor a solo abrirse el día anterior a un examen y alguna cartilla de notas sin firmar con demasiado rojo en su superficie. Mi bocadillo gourmet, como a mi padre le gustaba decir, salió disparado dejando un camino de tomate a su paso. Azul se dio la vuelta, dejó su munición en el suelo y fue en busca de aquellos enseres recién liberados.
—¿A dónde vas? —grité colocando las manos en la boca en forma de embudo —. El monstruo está al otro lado. A-L O-T-R-O L-A-D-O.
Me miró y me dedicó otro guiño. La ejecución fue menos elegante que el anterior. Incluso vi a Rodri con intención de soplarle por si se le había metido algo en el ojo. Pero agradecí su esfuerzo. Ella, sin hacernos más caso que el necesario, siguió el rastro que mi merienda había dibujado. Invi, mientras tanto, le gritaba a la Mancha una serie de improperios que harían enrojecer a un insultador profesional, pero este no le hacía ni el menor caso. Solo parecía estar atento a Rodri y, ahora, también al contenido de las mochilas. Algún detalle importante se me estaba escapando y no sabía el qué. ¿Por qué lo miraba a él? Analicé en voz alta a mi amigo intentando averiguar alguna pista.
—Lleva sus zapatillas de andar ni mucho ni poco, solo lo justo; unos pantalones cortos a cuadros que, seguro, habrán heredado en su familia desde tres generaciones atrás; su gorra y su ropa de… —El conjunto de calamares estampados en su camiseta tomaron forma en mi cabeza. Entrelazaron sus tentáculos y danzaron unos con otros formando la pieza del puzle que no había terminado de encajar.— ¡La pescadería! Claro, en el cumpleaños buscaba la tarta con sabor a pescado y, ahora, está siguiendo al autobús que más huele a atún de toda la ciudad.
Un proyectil alargado voló por delante de mis ojos. Tenía un color rojizo, desprendía una estela de tomate y dejaba entrever una masa marrón y crujiente. Azul, acababa de lanzarle mi bocadillo. En la mancha se formó una abertura para darle la bienvenida al experimento culinario de mi padre y, esta, volvió a temblar como una gelatina al ingerirlo. Fui al montón de mochilas que habíamos dejado apartadas y extraje el resto de meriendas. Tuvimos suerte. Todas eran de atún. Reuní la comida y me acerqué despacio. Mancha permanecía quieto esperándome. Me puse a su lado, alcé un bocadillo con una mano y con la otra acaricié su superficie. Era más suave de lo que pensaba.
—No quería hacernos daño. Solo tenía…, hambre —Azul apareció a mi lado con un trozo de pan untado en sardinillas con aceite.
—Perdóname por lo de antes—dijo Invi abrazándose a Mancha hasta donde sus brazos daban de sí —. Siempre te escondes al fondo y pasas desapercibido, ¿verdad amigo?
—Tampoco te gusta acercarte a personas que no sean de tu entorno —Rodri se quitó la gorra y se la quiso colocar a aquella masa en la cabeza, como no tenía, la colocó en algún lugar indeterminado de su cuerpo —. De ahí que no pudiéramos llamar más allá del autobús.
Yo me mantuve en silencio acariciando a Mancha. Noté como se relajaba e, incluso, dejaba de temblar. Los cuatro dimos un paso atrás dándole espacio. Era un ser magnífico, único en su especie. Lo único que tenía de malo, es que no le comprendían. Cuando nos alejamos, volvió a doblarse sobre igual que había hecho antes, volvió a tomar impulso y saltó desapareciendo de nuestra vista.
Los teléfonos, en un coro improvisado, comenzaron a cantar en un batiburrillo de tonos y melodías. Cogí el mío. Mi padre acababa de mandarme un mensaje. Decía que me había preparado una comida exquisita y que estaba deseando que la probara. Al verlo, tuve más hambre que en toda mi vida. Una mano con las uñas pintadas de azul tapó la pantalla, tocó mis dedos y se quedó enlazada a ellos:
—Pienso que este es el mejor momento para que lo sepas… —comenzó a decirme aquella chica que siempre vestía a juego.
—¿El qué? —contesté.
—Qué va a ser… Pues por qué le pregunté a Rodri si tu asiento estaba ocupado…
FIN
Fer Alvarado
Enhorabuena, amigo, y mucha suerte!:)
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Muchas gracias. La verdad es que estoy muy contento y con ganas de ver qué depara todo esto. Un abrazo fuerte.
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Enhorabuena por el premio y muchos ánimos para sacar adelante ese libro.
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Me he tomado este puente de diciembre de descanso y celebración (no necesariamente en ese orden☺️) y para la semana que viene comenzaré a trabajar a ver qué sale. Muchas gracias por tus palabras, estoy muy emocionado con todo lo que está ocurriendo. Un abrazo muy fuerte
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Enhorabuena por ese más que merecido premio!! Y mucha suerte con ese libro, seguro será una maravilla!!
Me encanta el final de la historia, finales felices donde nuevos amigos se suman para hacer de los cotidianos días momentos inolvidables!!
Abrazos
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Muchas gracias por tus palabras. La verdad es que estoy muy ilusionado con todo lo que está ocurriendo, aunque siendo sincero, también gestionando este proceso e intentando trabajar para hacer el mejor libro dentro de mis posibilidades.
En cuanto al relato, se ha convertido en una historia muy importante para mí. Incluso se me saltó alguna lagrimita escribiendo el final. Supongo que sería por el momento. Un abrazo enormísimo y espero que estés teniendo una prenavidad fantástica.
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Qué bonito y qué tierno final. Me ha encantado la historia. Gracias por compartir!! Y enhorabuena por tu muy merecido premio. Te deseo lo mejor y espero que tus problemas médicos se hayan quedado atrás y que el caprichoso tiempo te permita pasarte por aquí para poder disfrutarte. Y mucha fuerza para sacar adelante el libro. Un abrazo!!!!
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Este relato se ha convertido en uno de mis favoritos y para mí es muy bonito el ver que como conecta con la gente. Los problemas médicos van y vienen, pero al menos me dejan sentarme a escribir y a compartir estos momentos con vosotros y para mí es un auténtico lujo la verdad.
En cuanto al premio, me presenté al concurso por casualidad y me he encontrado con una sorpresa que estoy aún digiriendo (aunque las horas de escribir ya me están demostrando que es una realidad jaja). Muchas gracias por llevar todos estos años ahí apoyándome y animándome con tus comentarios. De verdad, me animas mucho a continuar por este camino. Un fortísimo abrazo.
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El lujo es leerte a ti y que te den un premio es porque te lo mereces. Mis mejores deseos para ti en todos los aspectos. Feliz Navidad y seguro que el año próximo viene con muchas y buenas cosas para ti. Abrazos grandes!!!!
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Felicidades y que alegría ese logro que alcanzas. Por este y por todos los que vengan, un abrazo
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Que comentario más bonito. Muchas gracias de verdad por tus palabras. Lo cierto es que este premio me ha animado mucho a seguir con la escritura. Te mando un enorme abrazo.
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Otro abrazo de vuelta
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Enhorabuena, Fer, por ese galardón que será otro estímulo más para seguir escribiendo.
A disfrutarlo!!!
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Es curioso cuando llegan las oportunidades. Este premio ha llegado en el momento justo y oportuno para animarme a seguir la verdad.
Un fuerte abrazo y que tengas un gran día.
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Enhorabuena, Fer. Disfruta mucho del momento. Un abrazo.
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Hace ya unos días que se acabó la resaca emocional del premio y ahora estoy con la de aprovechar cualquier hueco para escribir. Te mando un fortísimo abrazo y espero que estés teniendo unos días estupendos como poco.
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Aunque ya te lo dije en su momento, enhorabuena por tu premio. Estoy segura de que no será el último en tu vida de escritor.
En cuanto al desenlace de tu historia, me ha parecido muy tierno. Llena de aventuras, con un ritmo ágil, manteniendo la intriga y dándonos un final enternecedor. Mi más enhorabuena, amigo. Ahora, a por otro relato largo. 👏🏻👏🏻👏🏻😘😘
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Supongo que estoy buscando mi camino literario. Creo que donde mejor me muevo en este tipo de relatos: humor, aventuras, fantasía, misterio… Al menos es donde más me divierto la verdad. Así que ando experimentando por estos campos de letras a ver qué semilla es la que mejor germina.
Muchas gracias Charo por estar siempre ahí. Apoyando, animando a seguir. Me has enseñado mucho con tus apreciaciones y lo sigues haciendo con cada relato. Te mando un enorme abrazo pre-Navidad (aunque sabes que muy navideño no soy jajaja).
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¡Felicidades!
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Muchas gracias. Un fuerte abrazo y que tengas un gran día.
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Enhorabuena, suerte con la publicación.
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Con mucha ilusión y ganas, ya estoy trabajando en ella. Espero dar lo mejor de mí en este libro. Un gran abrazo y muchas gracias por tus palabras.
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