Políticas de Empresa (Parte 7)

La estupenda música de Toundra que me inspiró para escribir este capítulo y que recomiendo escuchar al leer mi texto para hacer la experiencia más cercana.

Introducción:

La vida es evolución, la vida es adaptarte a un mundo cambiante que te rodea y del que nunca sabes que te espera. Los cambios te acechan detrás de cada esquina y, aunque intentamos mantener nuestra esencia, cambiamos ocasionalmente parte de nuestra personalidad para lograr avanzar en nuestro camino. Pero, ¿son éstos actos lícitos?, ¿podemos volver atrás y volver a ser los que éramos sin olvidar lo que poco a poco hemos dejado en el camino?

Éste es el capítulo más extenso que he publicado hasta la fecha pero, como ya adelanté en mi anterior publicación, tengo la intención de convertir esta historia en novela y he querido cambiar el ritmo y la acción para continuar experimentando y ver hasta dónde llega esta historia. Muchísimas gracias por vuestra paciencia, espero que disfrutéis de esta nueva entrega y siempre estaré agradecido de leer vuestros comentarios y de cambiar opiniones.

Políticas de Empresa (parte 7):

Aquel cuerpo compuesto de posiciones acrobáticas se mantenía inmóvil ocupando los primeros escalones de la planta décima.  Parecía un artista circense que, denostado por el tiempo y, que tras conocer el sonido de los aplausos como nutriente básico del ego del artista, quería realizar su última y más delirante acrobacia que demostrara su valía ante un público demasiado exigente. 

Las palabras que emanaban de las paredes no parecían hacer efecto alguno en aquel  cuerpo de ángulos incorrectos y por un momento llegué a envidiarle por lograr ignorar aquella voz que, como un líquido y desconocido elemento, recorría el edificio y se colaba a hurtadillas por mis oídos llenando mis pensamientos de reglas incoherentes. Él, mientras tanto, permanecía ajeno a toda aquella enajenación colectiva, a toda aquella locura que nos estaba convirtiendo en un grupo alienado de un solo objetivo común y sin ninguna idea que se escapara de aquella avalancha de corbatas negras y camisas blancas. Tal vez, dentro de su inconsciencia, estaba sumido en sueños de recuerdos coloridos e iridiscentes, tal vez éstos eran recientes o tal vez estaban enterrados por experiencias desagradables a las cuales insuflamos de una importancia desmedida; tal vez sus ensoñaciones nunca habían tenido lugar en ningún escenario físico y solamente su imaginación, ajena a aquella vorágine de atropellos y de escaleras que nunca terminan, se atrevía desafiante a susurrarle en aquel destello de inconsciencia pero de consciencia plena cuál era el lugar donde siempre quería haber estado pero que su toma de decisiones le había alejado hasta llegar a la décima planta de aquel edificio beligerante.

El sonido de las paredes dejó atrás la lógica de las palabras para convertirse en un pitido agudo, en una especie de acople que iba aumentando de intensidad para transformarse en un silbido molesto que arañaba y silenciaba el poco juicio que parecía quedarme. Me imaginé a la chica engominada de pie, con su postura solemne de elegancia incorruptible con el dedo índice pulsando continuadamente el interruptor del interfono como si éste fuera una extensión más de su brazo. La vi claramente en mi imaginación con los labios temblorosos y con el dorso de la mano frotándose con vehemencia el lateral de su frente mientras expectante, observaba a aquel número 6 como el ángulo incorrecto que era dentro de tantas líneas sumisas y ordenadas esperando de éste algún atisbo de movimiento que le recondujera de nuevo a la lógica de su redil.

El silbido siguió elevándose como si recorriera una escala de notas y fuera en  busca de alcanzar la más aguda. Llegó hasta un tono desafinado y chirriante que eliminaba de sí mismo todo rastro de musicalidad para, como si se diera cuenta de lo molesta que era su presencia, acomodarse en esta afinación y mantenerse en ella convirtiendo  las facciones de mi rostro en un conjunto de arrugas llenas de desaprobación. Parpadeé varias veces en un intento de sintonizar mi cerebro para lograr aclimatarme a aquel ruido insidioso y, tras sentirme lo suficientemente cómodo dentro de aquel enrarecido ambiente, reanudé mi avance con pasos cortos y cautelosos. No podía dejar de mirar hacia aquel cuerpo al que por la fuerza de la inercia iba acercándome poco a poco. Llegué a su altura, giré para esquivarlo y en ese momento la curiosidad por saber que había podido ocurrirle me poseyó. Con una mirada de aire detectivesco carente del talento deductivo necesario recorrí visualmente las curvas troncadas de su cuerpo.  La rodilla izquierda reposaba en el suelo del descansillo mientras que el peroné se abría hacia un lateral hasta el punto de cruzarse en el camino de la barandilla y apuntar directamente hacia la palabra “SEGURIDAD” que rezaba en la pared del décimo piso. La derecha giraba sobre sí misma desde la cintura dejando entrever una parte del fémur y de una rótula que no debería estar allí. El resto de la pierna se alzaba desafiando la gravedad y apuntando hacia el techo, como señalando el final de un camino que le sería demasiado complicado alcanzar. Pero lo que llamó poderosamente mi atención fue la falta del zapato del pie que indicaba hacia la deseada meta y que  dejaba al descubierto la intimidad de un calcetín negro donde el dedo gordo se colaba como un escapista por un agujero de la punta y mostraba una piel amarillenta y encallecida.

Observé el resto del traje, limpio e impoluto hasta decir basta; paradójicamente no tenía ninguna arruga visible, como si aquella hipotética caída hubiera respetado el esfuerzo realizado por los vapores de la plancha. La camisa perfecta y abotonada hasta el cuello se colaba por dentro de los pantalones sin dejar antiestéticas bolsas en su tela; la corbata doblada en un metódico nudo caía sobre varios de los escalones sin llegar a doblarse en ningún momento; un cinturón plateado pero sobrio ceñía su cintura marcando un torso delgado pero fibroso. Entonces, si todo lo visible estaba perfectamente estudiado para dejar la mejor impresión para el exterior, ¿qué significaba aquel agujero en el calcetín? ¿Era un descuido impropio de alguien que cuidaba tanto su aspecto?, ¿o era un ligero signo de rebelión interior para demostrarse que aún con una imagen tan impostada podría seguir siendo él mismo?

Inicié con la mirada la búsqueda de aquel zapato extraviado, tal vez si lo encontraba mi mente podría rellenar los huecos que faltaban para entender como “Ángulo Incorrecto” había llegado hasta allí. Recorrí infructuosamente el descansillo llegando a agacharme para mirar detrás de la barandilla y por debajo de las curvas de su cuerpo. Me incorporé y alcé la vista escalones arriba pensando en los pasos que podría haber llegado a dar antes de aquella caída y entonces lo vi. Quince escalones más arriba, justo antes del siguiente tramo de escaleras, un zapato negro esperaba ignorante a su dueño como si nada hubiera ocurrido. Pensé en un resbalón fortuito, el pie atascándose contra el borde del peldaño como me ocurrió escasos pisos atrás; sus manos danzantes en el aire buscando algo a lo que asirse que no llega, gira sobre sí mismo, intenta retroceder y su otra pierna se desliza con la esperanza de alcanzar un lugar seguro. En ese momento pierde el equilibrio, su torso inicia una caída que pronto es acompañada por el resto de su cuerpo; el talón, reticente de desandar aquel camino que tanto le ha costado, se le engancha en el borde del escalón dejando a aquel solitario zapato ausente de dueño como única prueba del punto alcanzado en aquella carrera mientras él se encoge, se convierte en un ovillo y comienza a dar volteretas escaleras abajo golpeándose con los bordes de los peldaños y con la barandilla dejándola temblorosa y emitiendo un ligero pitido metálico . Puedo escuchar el crujido de huesos  al romperse en mi cabeza, como estos se desunen y se independizan del que ha sido hasta ese momento su propietario. Imagino los cardenales surgiendo en su escondida piel y como éstos van creciendo convirtiendo el rosado color de sus piernas en un tono púrpura y oscuro. Siendo aquel ángulo incorrecto e inamovible el resultado y el zapato solitario el único testigo de aquella historia.

Me acerqué a él con sigilo, intentando apoyar la menor superficie posible de mis pies sobre el mármol. Tenía miedo de tocarle, de acercar mi piel a la suya y de notar como su cuerpo se enfriaba paulatinamente bajo mis manos. Sentía pavor de que mi rostro, próximo a él, notara una última exhalación escapando de sus labios; que éste último suspiro dejara sobre las escaleras un recipiente vacio de músculos y de huesos que se perdería con el resto de aquel aire impregnado en sudor y sal  para dejar de ser el número 6 o cualquiera que fuera su nombre. Una punzada de  culpabilidad por no haber estado en aquella planta en el momento exacto me atravesó el pecho. Mi mano extendida hacia él como hizo “El Menudo” conmigo le hubiera salvado de una avalancha de bordes punzantes y de afilados escalones; le habría dado la posibilidad de elegir caer o de poder mantenerse;  la opción de preferir una derrota momentánea en la subida pero lograr un  indudable aplazamiento de aquel dolor recibido. Pero no estuve allí, no le escuché gritar, ni le vi caer; solo hacía suposiciones sobre zapatos que se enganchan y escalones que te  acaban devorando. Y lo que más me carcomía era que no estaba seguro de que de haber estado allí le hubiera tendido la mano.

“Tranquilo Damián, seguro que la ayuda está en camino y tú con solo mirarlo no vas a lograr nada. Si no han suspendido la prueba es que todo está bajo control. Debe estarlo. Si no, ¿qué significado tiene esto?, ¿enfrentarnos?, ¿matarnos unos a otros?, ¿recubrir nuestro cuerpo de insensibilidad? Ya la escuchaste, está asustada, habrá llamado a alguien. Debe llamar. No está en tu mano lo que le pase, no puedes hablar, no puedes gritar y este tipo de problemas siempre hay otra persona que se ocupa de resolverlos. Debe haberlo. “

Este  convencimiento  interior en aquella décima planta me hizo darme cuenta de que no podía hacer nada más que observarle y llenar mi cabeza con elucubraciones que no me llevaban a ninguna parte. Me prometí no mirarle, no hacerme más preguntas sobre él, sobre su posible pasado y sobre su incierto futuro. Así que puse un pie en el siguiente escalón y después en el siguiente y en el siguiente dejando poco a poco atrás a aquel hombre primero convertido en número y después transformado en ángulo.

El silbido chirriante que colmaba el ambiente cesó en el mismo instante que me adelanté al cuerpo de número  6. “Engominada” había dejado de pulsar el interfono y estaba seguro de que aquello tenía que significar algo. Apoyé la mano en la barandilla para coger impulso y justo cuando la superficie de mi guante se posó sobre la madera del pasamanos, tibia por el sol que osaba adentrarse desde los ventanales, escuché un tamborileo de dedos nerviosos a mi espalda. Era un sonido arrítmico repleto de duda que, como la mano que palpa la pared en mitad de la noche en busca de un interruptor que le ilumine, parecía buscar un elemento reconocible que le aportara información sobre el lugar en el que se encontraba.

En ese momento me detuve. Una de mis piernas estaba atrasada en un escalón inferior  y la otra flexionada adelantándose un par de peldaños marcando así el camino a seguir. Puse la espalda recta evitando mi habitual encorvamiento y de cierta manera colocando mi cuerpo en guardia y, sin llegar a mirar atrás, giré el cuello hasta dejar mi oído apuntando hacia la dirección de aquel ruido. Sonó un golpe seco acompañado de un crujir de uñas que parecían doblarse como ramas forzadas por el viento seguido por un arrastrar de botones acercándose a mí y que, al frotarse contra el mármol tranco del suelo, dejaban notas sibilantes y entrecortadas en el aire.  Eché el codo hacia atrás abandonando la rectitud de mi cuerpo para poder girarme por completo y ver qué o quién era lo que se me aproximaba. En ese momento la mano  de “Ángulo Incorrecto” se agarró a mi tobillo y comenzó a tirar hacia abajo con una fuerza desmedida. Mi pie, al ser sorprendido por aquel encuentro inesperado, se despegó del suelo cogiendo la dirección que le ordenaban;  yo intenté mantener el equilibrio sujetándome a la barandilla, pero mi pierna adelantada cedió, se  flexionó y dejó caer mi rodilla con todo su peso sobre el escalón inferior. En este súbito descenso la parte superior de mi espalda cayó  por suerte sobre el descansillo que anunciaba el siguiente tramo de escaleras evitando un golpe en la nuca que podría haber resultado fatal. Un dolor incipiente me recorrió los hombros como un escalofrío, escaló por mi garganta para intentar materializarse en un conjunto de aullidos propagados al viento pero en aquel momento no tenía tiempo de gritar, de intentar comprender qué estaba ocurriendo, ni de agradecer que mi cabeza no hubiera golpeado el suelo;  la otra mano de número 6 se acababa de aferrar a mi pierna a la altura de la rótula y parecía que éste quería ascender sobre mí. Estiré la pierna aprisionada en un vacuo forcejeo para intentar liberarme, él al notar mi resistencia se abrazó a mi muslo y levantó la cabeza  dedicándome una mirada poblada de venas enrojecidas que teñían de sangre el blanco de sus ojos convirtiéndolos en un hálito lleno de rabia. No distinguí súplicas de ayuda, ni deseos de conmiseración en él; se había convertido en un amasijo de huesos distorsionados que se arrastraba escaleras arriba con la única idea de adelantarme fuera el que fuese el precio a pagar.

Alcé mi otro brazo e intenté alcanzar el pasamanos para encontrar un punto de apoyo en el que sostenerme. Metí el antebrazo entre las barandillas verticales e hice palanca con el codo intentando incorporarme y poder dejar así una distancia entre “Ángulo” y yo que me diera unos segundos de ventaja para pensar con algo más de claridad. En este ligero ascenso mi baja espalda se raspó sobre el borde del escalón y sentí como mi piel se agrietaba cediendo por la fricción del mármol. Conseguí alzarme justo antes de que él llegara a alcanzar mi cintura aportándome  este ligero triunfo la tranquilidad que da el saberte superior a tu oponente. En ese instante me di cuenta de que tenía que apartarlo de mí. Aquel hombre, enajenado por el dolor que colmaba sus nervios, parecía capaz de cualquier cosa por tal de avanzar y comencé a temer porque a mí pudiera ocurrirme exactamente lo mismo. Él levantó el brazo hasta poner su mano a la altura de mi cara eclipsando  por un instante la luz del fluorescente que iluminaba aquella décima planta, ésta descendió súbitamente para apoyarse en el borde del peldaño en el que estaba sentado, cogió impulso y continuó su ascenso a través de mí. Noté como, sin dejar de mirarme fijamente, su puntiaguda  barbilla  se clavaba en mi ombligo, presionaba mi vientre y subía a través de mi torso  atascándose en todos y cada uno de los botones de mi camisa. En ese momento no  lo dudé,  o era él o yo, así que despegué una de mis manos de la barandilla y empecé a palpar el suelo en busca de algo con lo que poder defenderme encontrando  rápidamente a mi derecha el zapato solitario y ausente de dueño que “Ángulo Incorrecto” había dejado en su camino.  Lo empuñé como si de un arma se tratara sintiendo como el cuero, de aquel antes calzado y ahora arma, cedía y perdía su forma original gracias a la presión ejercida por mis dedos. Eché el brazo hacia atrás para coger impulso y comencé a golpearle en el costado una y otra vez. Llegué a perder la cuenta de las veces que aquella desgastada suela chocaba contra su cuerpo, el agobio que sentía al tenerlo encima de mí me poseyó y dejé de apuntar mis golpes; le di en las costillas, la cintura, la espalda, los hombros,…, pero  solo obtenía gruñidos quejumbrosos como respuesta. El cansancio de aquellos innumerables golpes se mezcló con el calor que aquel cuerpo adherido a mí me proporcionaba  convirtiéndose en un tibio sudor que empezó a recorrerme el pecho y transformando el nudo de mi corbata en un yugo asfixiante. No podía permanecer más tiempo en aquella situación, así que apreté los dientes dejando entrever el rojo de mis encías y auné todas las fuerzas que me quedaban para golpear desde abajo el estómago de “Ángulo”.  La violencia del choque del zapato contra su bajo vientre fue tal que su cuerpo llegó a levantarse del suelo varios centímetros.  Esta vez no respondió con ningún quejido, sino que apoyó sus manos en los escalones de mi izquierda y giró con torpeza su dolorido cuerpo para liberarme. Yo me levanté con premura sin dejar de mirarle. Él, por su parte y tal vez avergonzado por aquella batalla perdida, había ladeado la cabeza para que nuestros ojos no se cruzaran. Me di la vuelta y comencé a trotar por las escaleras como si huyera despavorido de un terrible enemigo. Tras subir los dieciséis escalones correspondientes alcancé la planta undécima y en ese momento me di cuenta de que seguía sosteniendo en la mano derecha el zapato como prueba de mi culpa. Me agaché y lo deposité con suavidad en el suelo, tratándolo con  mucha más delicadeza de lo que había llegado a tratar a su dueño y al incorporarme y sin querer mirar hacia atrás, pude observar por el rabillo del ojo como “Ángulo Incorrecto” no cejaba en su lucha y continuaba arrastrándose con sus manos, sus codos y sus brazos escaleras arriba hacia una meta que le sería demasiado complicado alcanzar.

Continuará

Fer Alvarado

8 comentarios en “Políticas de Empresa (Parte 7)

  1. Enhorabuena Fer, muy buen capítulo. Me he adentrado en la mente de Damián tanto, que me parecia estar viviéndolo en persona. Parece que ya va aprendiendo a sobrevivir en esa carrera llena de obstaculos que se le aparecen planta a planta. Otro superado, vamos a por el siguiente. Me ha encantado y ésta música me parece muy apropiada para el acontecimiento de hoy. Bravo, en todo.

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  2. Muchas gracias Elena. Sabes que no suelo hacer relatos tan extensos y en este caso me he aventurado a hacer algo nuevo como experimento. Y lo cierto es que estoy bastante contento con el resultado hasta ahora pero igual que a Damián me queda un largo camino por recorrer 🙂. Muchísimas gracias por leerme y por tu apoyo.

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  3. Entiendo que está es la última parte de la publicación, osea sólo hay siete tengo que decir que no te gustará quizás mi opinión pero como la pides la doy.
    Cuando entre en tu blog leí lo de políticas de empresa, y al no saber en que trabajas, pues no sabía si era algo de protocolos y tal a nivel empresario, cosa que nunca me han interesado para nada, por lo tanto mas que llamar la atención me produjo rechazo, si bien me e metido en todo lo demás y me ha gustado así que hoy por la tarde, siendo un poco reticente digo bueno como soy curiosa y además utilizando la lógica, si todo lo que he leído de ti me ha gustado porqué no iba a dar la oportunidad, he pensado siempre puedo quitar la página y listo, pues mi sorpresa al meterme y empezar a leer la introducción me ha gustado muchísimo y justo cuando iba a empezar la 2 parte me han llamado y como me he tirado una hora hablando, lo cierto es que tenía ganas de colgar para seguir leyéndote jajaj, me ha gustado mucho la música también, lo que soy más de leer sin música porqué quería que toda mi atención se centrase en el texto sabes, no quería que nada lo interfiriese, quería sentir la angustia del personaje, la voz fría de la chica, la incertidumbre, todo muy guay, hasta este capítulo se me ha hecho un poco pesado tanta descripción del número 6 tirado la verdad, a habido un momento que me he agobiado en plan, venga que pasará, pues los demás capítulo pienso que has estado perfecto explicándolo todo sin «enrrollarte demasiado» perdona por las formas, pero si ha sido de una manera que enganchaba muchísimo, aún así espero seguir leyendo más porqué quiero saber de que trabajo se trata. Pero sinceramente si que pienso que es bastante bueno. Y me a enganchado, aunque el personaje numero 6 yo misma le hubiese clavado una estaca para pasar a otro número jajajjaj es broma, bueno espero no te molestes, es una opinión sin más. Un abrazo!!

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    • Hola y lo primero gracias por leer todos los capítulos del tirón. Todo lo que tengo en el blog son relatos, alguna vez pensé en poner algo de opinión o algún pensamiento mío personal ( que anda que no tengo al cabo del día jaja) pero al final me he limitado a subir relatos quitando la introducción al blog claro esta. Por ahora solo tengo subido hasta aquí ya que cuando más metido estaba en la historia tuve un mes de estancamiento por motivos personales y me fui un poco de la escritura hasta que hace poco gracias a un empujón desinteresado de un desconocido he vuelto a tomarla con fuerza.
      Lo que no me ha quedado claro es si te ha gustado o no, aunque tengo claro que este capítulo último no mucho jajaja. Cada capítulo he ido experimentando y cuando escribí este ya tenía claro que quería hacer un libro de esta historia, por eso alargué las descripciones y me paré algo más, aunque creo que es el relato con más acción que tengo y experimenté mucho con la acción y la psicología del personaje, aunque ya has leido casi todo de mí y sabrás que lo que más me gusta experimentar es con la psicología en los relatos. Lo de la música lo hice para que el que lo leyera se sintiera más cerca de mí al escribir ya que siempre me pongo música cuando escribo (siempre instrumental porque si oigo alguna voz tiendo a ponerme a cantar jaja) y lo cierto es que funcionó bastante bien con la gente aunque yo soy como tú y cuando leo me centro en la lectura y no me gustan estímulos externos, si escucho hablar o ruido de fondo no me concentro para leer.
      Resumiendo, espero que te haya gustado la historia y me encanta que la gente sea sincera en sus opiniones, soy de los que piensa que el aplauso estanca y si nunca se dice lo que realmente se piensa es imposible mejorar (en este caso en todos los sentidos de la vida) así que tus opiniones siempre son más que bien recibidas. Aunque también te digo que si te desesperó un poco la descripción del número 6 el objetivo está logrado porque te metiste mucho en la historia cosa que agradezco el doble o el tripe ya, no sé cuantas gracias te he dado jajaja. Muchas gracias por leer todo esto y encima del tirón, no suelo escribir relatos tan largos y tener críticas positvas en ellos me aporta mucho. Un abrazo y feliz y lluviosa noche de viernes!

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      • Me ha gustado muchísimo como tu bien dices me lo he leído del tirón, y mientras hablaba por teléfono solo quería seguir leyendo jajaj

        Veia mi ordenador encendido con tu historia de fondo jaja. ( Y lo he pagado para parar mi ansia por seguir leyendo..

        Bueno me aborrecido la descripción de el número 6 demasiado tiempo invertido, quería adelantar la lectura básicamente cosa que hago con las series cuando veo que se enredan y no son concisos y se enrollan mucho con alguna trama o personaje…

        A) Creo que la forma que tienes de escribir llega directamente a mi al menos es lo que has conseguido, que me intrigue el escritor por sus letras, el como será ese escritor, y también tener ganas de que publique cosas para seguir leyendo..

        B) Me he sentido identificada con la música en el sentido de que yo también me pongo instrumental para escribir y digo otra cosa en común, me inspira mogollón.

        C) PARA QUE QUEDE CLARO, ME HA GUSTADO Y ENGANCHADO Y TENGO GANAS DE SEGUIR LEYENDO MÁS.

        P.D : Espero que no te quede ninguna duda jajja
        FeLIZ Viernes noche soleado, aquí ha hecho un día magnifico.

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      • Muchas gracias!! Siendo sincero por lo que me has comentado he releído el capítulo y hay ciertas cosas que a día de hoy cambiaría pero me pasa mucho cuando veo escritos míos antiguos que me puede gustar la idea principal pero cuando los leo cambiaría muchas cosas (por ejemplo en el blog tengo un relato llamado «Un Nuevo Sonido» que reescribí para subirlo pero que el otro día leí y creo que volvería a reescribirlo jajaja).

        Es curiosa la conexión que se puede tener por medio de la escritura, para mí es una forma de expresar ideas y soltar pensamientos que muchas veces ni siquiera yo mismo sabía que estaban ahí, el escribir creo que una forma de autoconocimiento y de conexión con tu subconsciente muy a tener en cuenta, y el ver que esta manera de expresar mis emociones o pensamientos conecta me resulta muy gratificante.

        Además el arte o simplemente el expresarte de manera artística es una forma de desnudarse emocionalmente de una u otra manera, te muestras sin tapujos y siempre en cada palabra hay algo de tu voz interior escapando al control al que muchas veces se guarda.

        Por cierto, una de las razones por las que me gusta escribir es que me sirve para llevar el ritmo de la historia, me inspira pero a la vez me lleva de la mano para mantener un tiempo determinado y por eso me gusta escucharla al escribir.
        Un saludo y nos seguimos leyendo y comentando :).

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      • Creo que nos pasa a todos, que cuando escribimos algo y luego al tiempo lo leemos, queremos cambiarlo, por eso pienso que mejor no leerlo, básicamente porqué en cada cosa que escribimos como tú dices hay una parte de nosotros, osea que estoy totalmente de acuerdo o pienso igual que tu en todo lo que has puesto. Feliz finde!!! 😉

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